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Las aventuras de una unidad R2 en una nave suicida (parte III)

Maese Threepwood regresó a su habitación, su lugar de ocio habitual, para rescatar al pobre X-Wing de las malvadas garras de Logaran. Notó como la nave suspiraba aliviada en un frenesí de desplazamientos precisos y ligeros, al compás de un destrozo continuo de Tie Fighters que observaban atónitos el impresionante cambio de registro de aquel trozo de metal que, no hace mucho, traqueteaba en un vano intento por distinguir torpedo de protones de acelerador.

Pues sí, está mal que yo lo diga, pero no había color.

Y ojo, que lo entiendo, yo me pasaba horas y horas y horas delante de una pantalla destrozándome los pulgares. Con 6 años ya tenía formado mi callo consolero, y sufría de vista cansada incluso antes de saber deletrear vista, pero una cosa no quita la otra, y mi capacidad videojueguil apabullaba al inútil de mi hermano. Así que siempre que el susodicho no se encontraba en casa, yo aprovechaba para jugar a los intocables. Y esto merece una explicación:

Como buen hermano mayor, Logaran hacía lo imposible por hacerme desdichado, apenas dándome una palmadita en la espalda en forma de venga, juega un rato de higos a brevas. Una de sus grandes torturas consistía en calificar una serie de objetos, o una lista de software, de intocables, con la hermosa intención de conseguir que mi infancia fuera eterna (eso es poético, simplemente quería tocarme los cojones). Así, yo ADORABA el HeroQuest de mesa, y él lo sabía. Cada vez que venía uno de mis escasos amigos de la infancia a que le dirigiera partidas (en base al tablero y reglas de Heroquest hacía unas partidas de rol acojonantes, con pueblos, mazmorras, trampas…) yo disfrutaba como un enano, llegando a inventar países y continentes con su historia, personajes… Hasta que lo descubrió.

¿Y qué hizo? Pues prohibirme tocar el juego, así, ¿motivos? Cero. Romper mi diversión. Llegó a colocar un papelito en un borde de la caja, imperceptible, para que al abrirla cayera al suelo y él supiera que lo había tocado, con posterior castigo.

Pero con cada regla existe una trampa, y yo las averigüé todas. Así que con el HeroQuest me habitué a colocarlo exactamente igual a como lo encontraba. Con las contraseñas numéricas lo tenía sencillo, siempre usaba los mismos. Y si me encontraba como pregunta de seguridad: Habla, amigo, y entra escribía mellon a la misma velocidad que pensaba lo imbécil que podía ser de vez en cuando con esos insultos a mi sapiencia fríkica.

Habla, amigo, y entra
Mellon, de cajón Gandalf, de cajón

Total. Que los intocables, con el paso de los meses y la experiencia se convertían en pequeños placeres culpables que devoraban horas y horas en partidas posteriormente borradas, con el subsiguiente dolor en mi corazón: tantos avances para nada. El mejor ejemplo era el X-Wing. En una tarde conseguía llenar de medallas el uniforme de mi personaje, y mientras, la partida de mi hermano se antojaba una beta de la pericia.

En estas andaba una tarde cuando observé el reloj, borré mi partida, me puse a tirar nabos y llegó Logaran con cara de motivación.

¡¡Hoy nos pasamos el juego de los cojones!!
Los cojones, nos pasamos el juego hoy… -Pensé yo, a la vez que me maravillé de lo que el orden de las palabras pueden cambiar el significado.

Y así iniciamos el ritual. Litro de nata montada, dos cucharillas, calibración de joystick, emplazamiento de el enano a los mandos del teclado en un taburete, cómoda silla con respaldo para el amo de los controles del X-Wing. Cd juegos, cd Xwing… ya conocéis lo que sigue.

La verdad sea dicha, es que el X-Wing (y el Tie Fighter) se disfrutaban muchísimo más cuando no tenías que dedicarte a controlar los atajos de teclado y podías volar y volar. De hecho se conseguían hazañas impresionantes, y mi hermano, aunque me joda reconocerlo, consiguió mejorar mucho teniéndome como unidad R2. No volaba mal. Aprendió a ganar la cola de los enemigos, a zigzaguear, y demás con bastante precisión. El problema eran las fases chungas.

Podíamos diferenciar las fases del X-Wing en tres tipos:

  • Aburridas. Destruye tal o cual carguero/ Protege tal o cual carguero. Volabas, volabas y volabas, de vez en cuando aparecía un Tie Fighter/Bomber/Interceptor/Advanced te lo cargabas, y volabas, volabas y volabas.
  • Duelo de perros. Te dejaban en el espacio en compañía de un escuadrón y a ver quien sobrevive antes, molaban, y eras las que mejor se le daban a mi hermano.
  • Gran escala. Un desastre.

En las batallas a gran escala, no solo tenías que luchar contra enormes oleadas de cazas. También encontrabas naves enormes armadas hasta los topes, e incluso podías encontrar Destructores y la gran pesadilla: el Super Destructor. Odiaba esas fases. Es decir, las adoraba cuando jugaba yo solo, aun siendo dificilísimas y prácticamente injugables al tener que controlar el joystick y el teclado a la vez; no dejaban de suponer un reto, y los retos molan. Pero con Logaran era otro cantar. Era un puñetero kamikaze, y creía que lo más lógico en esas situaciones era el ataque frontal indiscriminado, ergo, nos follaban sin piedad una y otra vez.

Y veréis, yo sentía temor reverencial por mi hermano. Ya expliqué en una ocasión lo difícil que me resultaba el dejarme ganar en el Street Fighter y que pareciera creíble. Lo hacía por evitar castigos corporales, y humillaciones varias, amén de incorporar nuevos elementos a la lista de intocables. En esas, era casi imposible hacerle entender, de modo que pareciera idea suya, que el X-Wing era equilibrado, el Y-Wing era un puto bombardero inmanejable y el A-Wing era RÁPIDO, que era lo que se necesitaba, VELOCIDAD.

A-Wing
¡¡VE-LO-CI-DAD!!

A mi hermano le molaba el X-Wing y no se le podía sacar de sus trece. Era como jugar haciendo trampas contra ti mismo. Era tan… jodidamente evidente que el A-Wing era mejor opción que yo no conseguía entender su empecinamiento, pero no había manera, nos veíamos en las batallas a gran escala a bordo de un X-Wing suicida una y otra vez. Y ese juego que yo adoraba, se convertía poco a poco en un suplicio. ¿Por qué? Porque las culpas siempre iban a mi. Tendríais que ver la escena. Él dando tumbos, con el disparo inútil cuádruple del X-Wing activado, sufriendo daños por todos los resquicios inimaginables. A mi me gustaba imaginar que nuestro nombre clave era Rojo-Gilipollas, y que el resto del batallón se descojonaba de nosotros.

Hoy tenemos misión.
Si, destruir a ese Destructor que se aproxima con 60 Tie’s en su interior.
Es peliagudo.
Si que lo es…
Mucho.
Muchísimo, si.
¿Mandamos a Rojo-Gilipollas de cebo?
¡¡¡HECHO!!!

Así que pasaron semanas jugando al X-Wing, una buena época, muy divertida, y siempre la recordaré con cariño. Hasta que llegó uno de los días que marcaron mi infancia. Y no es ninguna exageración.

Imagino que para chavales más… ¿chavales? No se como explicarlo. Los días de su infancia que marcan al rojo serán aquel en que ganaron un partido con gol suyo en el último instante, el primer beso en la mejilla de la niña guapa que le daba rigor mortis a su colita, o quizá la primera cerveza con el consentimiento paterno… no se, cosas así. Pero mi vida siempre ha girado en torno a libros, series, comics, cine y videojuegos, sobre todo videojuegos.

Y no me entendáis mal. Tengo un buen grupo de amigos, novia, me gusta el deporte, etc, etc. Pero si tratara de engañarme diciendo que el frikismo es, simplemente, parte de mi vida, no lo conseguiría ni yo mismo. Es la parte fundamental de mi vida, sustenta mis hobbies, y los hobbies de una persona lo son todo. Si no estás en la vida para divertirte y ser lo más feliz posible, ¿qué sentido tiene? En fin… me pongo filosófico.

La cuestión es que un día, llegó la hora marcada, dejé de lanzar nabos, vino Logaran, hicimos el ritual y comenzamos por enésima vez una batalla a gran escala que nunca conseguíamos pasarnos.

Primera oleada de Tie-Fighters.

Tie Fighters
Ay, mamita

¡¡Escudos frontales!! Vamos de frente y destruimos los más que podamos en el primer ataque
¡Hecho! – No, imbécil, ataca un flanco y atrae uno o dos a lo sumo, que perdemos energía y es el principio
Se ha pegado a la cola, ¡escudos traseros a máxima potencia!
¡Hecho! – Subnormaaaaal… que se ha dividido el grupo, vas a recibir un impacto frontal de tres que vienen, ¿no miras el puto radar?
¡Dos compañeros en apuros! ¡¡Cuádruple disparo, vamos a echarles una mano y a dispersarlos!
¡Hecho! – ¡Puto paramecio! ¡¡Ordena a un sidewinger que venga contigo y luchamos dos para dos, que vamos a atraer a todo el personal a la misma zona!!

La nave tocada por todos lados, mis dedos a la velocidad del rayo moviendo lo que nos quedaba de energía de un sitio a otro.

Segunda oleada de Tie-Fighters, a bordo de un Super Destructor, otro Destructor aparece como apoyo.

¡Están entretenidos con los demás del pelotón, vamos a aprovechar y atacamos al Super Destructor!
¡He…! Perdona, ¿qué?
¡Vamos, de cabeza! Pero es que…
¡¡¡Vamossss!!!
Eh… ¡Hecho! – Idiota, busca Tie’s descarriados y uno a uno, que estamos en las últimas ¡Ahí está! ¡Frontal, a los motores!
Pero…
¡¡Frontal!!
Hecho – Por dios, céntrate en las torretas que rodean la parte trasera, a ver si tenemos UNA posibilidad
¡¡¡Nos están follando!!! ¡¡Energía a escudos delanteros!!
Ya está…
¡Sólo una barrera! ¡Más, necesito más! ¡Qué nos matan, coño, inútil!
Ok
¡¡¡No tengo láser!!!
Está toda la energía en los escudos
¡¡¡NECESITO LÁSER!!!
Te he cambiado a misiles, sólo queda eso.
¡¡¡MÁS POTENCIA A LOS ESCUDOS, COÑO!!!*

Y entonces sucedió. Años de aguantar derrotas injustas al Street Fighter y al Killer Instinct pasaron por mi cabeza, juegos alquilados por un día a los que no tenía acceso, el HeroQuest pudriéndose de asco con miles de aventuras en mi cabeza pugnando por salir, y sobre todo, ese suicidio constante que acometía partida tras partida con mi adorado juego de la Guerra de las Galaxias, esa impotencia que debía sentir R2-D2 ante unas escaleras… sentí una voz en mi cabeza, era la Princesa Leia atrapada en un bucle de partidas inacabadas, su planeta natal destruido, la risa de Palpatine, todo a la vez.

Ayúdame Maese Threepwood, eres mi única esperanza

¿¡¡¡¡¡DE DÓNDE COJONES ME SACO LA POTENCIA, DE LA PUNTA DEL NABO!!!!!?

Ataúd espacial. Nuestro personaje flota en el espacio como tantas otras veces, pero algo ha cambiado. Hay una atmósfera en la habitación que nunca había sentido. Se respira algo parecido a… ¿camaradería? Normalmente vendría una retahíla de insultos injustos hacia mi pericia como unidad R2, pero sólo queda el silencio.

Orejas, ¡vamos a intentarlo otra vez!
Vale, pero con un A-Wing. ¡¡Hecho!!