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Memoria Analógica - La Jungla de Cristal

Memoria Analógica - Jungla de Cristal

Si algo tienen la Navidades es que invitan a recordar. Las comilonas, las reuniones en famila y con amigos. Todos esos momentos compartidos alrededor de una mesa y de una (o varias) botellas son ¡qué duda cabe! campo abonado para la nostalgia. Y es la nostalgia misma la que me lleva a retomar este antiguo proyecto mío de interrogar películas de mi infancia y adolescencia y ponerles en la cara la brillante luz de los tiempos que corren. Contrastar los recuerdos del yo de hace 25 años con las percepciones de este señor ya mayor y sin pelo que escribe estas líneas. Así que ese el juego, amigos y vecinos, coger una peli y divagar sobre lo bien o mal que le haya podido sentar el tiempo. ¿Apetece? Pues ¡al turrón!

Die Hard

Cine navideño

La Jungla de Cristal no es una película navideña. No se pensó así y no se estreno así. Su estreno en USA, en el verano de 1988 deja a la claras que su intención era ser blockbuster veraniego. Y lo fue ¡vaya si lo fue! 28 millones echados en una peli que recaudó unos 140 a nivel mundial, lo dejan bien claro. El caso es que, por estos lares, la peli también debió ir bastante bien en taquilla y es posible que aguantara un par de meses en cartelera. Pero ni de coña se metió en la campaña navideña, esas navidades eran dentro del Laberinto, El Príncipe de Zamunda y las segunda parte de las aventuras del robot Johnny 5 las que se batían el cobre para ser las campeonas en recaudación. Nuestro querido John McLane ya había disfrutado sus semanas de gloria en la pantalla grande y ahora tocaba esperar mucho, pero mucho de verdad. Las ventanas de distribución en esa época eran bestiales y los éxitos cinematográficos se demoraban bastante antes de comenzar su andadura en videoclubs. Los plazos para poder ser disfrutadas en televisión se medían casi en eras geológicas. O al menos así nos parecía a los que aún no teníamos edad para ir solos al cine en aquellos años. Fueron las televisiones autonómicas, y su costumbre de programarla en estas fechas, estoy seguro, las que convirtieron La Jungla de Cristal, al menos para nosotros, en la película navideña por antonomasia. Eso y, por supuesto, su ambientación. No podemos olvidar que la peli está ambientada precisamente en navidades y que incluso suenan villancicos. ¿Unos villancicos raros? si. ¿Unos villancicos feos? También. Pero villancicos al fin y al cabo.

Argyle
¡Pedazo de villancico, carroza!

Cine de acción

Los 80 fueron los años de un tipo muy particular de cine de superhéroes. Superhéroes sin capa, sin superpoderes (al menos en apariencia) y sin guarida ni identidad secreta. Fue un periodo muy concreto que, en mi cabeza al menos, tuvo un inicio muy claro con Acorralado y un final con la película que nos ocupa. En todas estas clasificaciones y etiquetados las excepciones se cuentan por cientos claro está. Pero, para mi, es clarísima la analogía entre ese John Rambo (una interpretación cojonuda de Sylvester Stallone, por cierto) que se derrumba al final de la peli mientras le cuenta al Coronel Truman como su amigo perdió las piernas en Vietnam y el John McLane sacándose astillas de vidrio de los pies mientras habla con Al Powel y le pide que se despida de Holly, en el caso de que el no tuviera oportunidad de hacerlo. Dos héroes, si. Pero héroes muy humanos (al menos en determinados momentos). Héroes que sufren y padecen, que lloran, que se derrumban, que se equivocan. Héroes a los que los planes no siempre les salen bien y que meten la pata y se la juegan por ello. Héroes que, en definitiva, hacen lo que hacen porque les ha caído el marrón y alguien tiene que hacerlo. Estos dos personajes siempre han funcionado en mi cabeza como el paréntesis de apertura y cierre de una época, los 80, muy disfrutable pero diferente. Con un cine de acción en que los héroes lo eran sin fisuras. Duros, casi sobrehumanos, que daban y recibian golpes casi sin inmutarse y con tiempo para soltar, en el camino, frases lapidarias y chascarrillos ingeniosos. John Rambo en Acorralado era un ser humano. John McLane en La Jungla de Cristal también. Entre uno y otro vivimos unos años alucinantes, divertidos, desprejuiciados y salvajes. Ese fue el cine de acción de los 80.

Cine de videoclub

Y es que, estas películas, las descubríamos en el videoclub, claro. Siempre alquilabamos alguna peli de acción, alguna de miedo, alguna fantástica o alguna infantil, de esas de la caja blanca de Disney. Recordad, amigos y vecinos, que hubo un tiempo, antes de Twitter, antes del descontento generalizado como forma de vida, en el que Disney era sinónimo de calidad y diversión y no esa malvadacorporaciónquequieredevorartodoloquemegusta (leanse las negritas con muchos sollozos y caritas de enfurruñamiento) Pues bien, como decía, La Jungla de Cristal era una película de esas que acabaríamos alquilando si o si. Y ¡menudo descubrimiento! El carisma de sus personajes, el ritmo, los momentos reflexivos, el secundario tocapelotas que sabes que va a morir, que sabes que se lo merece pero que, aún, te da pena cuando se lo cargan. El momento ahora tengo una ametralladora, ho, ho, ho, la explosión de la azotea, el correr sobre cristales...¡TODO!

Die Hard
¡Lo que debe doler eso!

Es que esta película era un no parar de cosas que molaban. Empezando con su protagonista y acabando con un malo que es ya historia del cine. Sin olvidarnos, por supuesto, del mejor patrullero negro devorador de Donuts de la historia. Todo funcionaba bien y en su justa medida y la peli, claro está, nos voló la cabeza. Recuerdo estar viéndola con mi primo, una de esas noches en que los padres salían de marcha y nos dejaban a cargo de mi hermana mayor y tomar notas y bocetos en una libreta con la intención de hacer incluso un videojuego basado en la peli. No recuerdo de que iba, ni cual sería el estilo ni nada pero ¡eso sí! teníamos claro que cada vez que el prota pillara un arma tendría que salir un bocadillo con un ho, ho, ho y que habría una fase de cruzar corriendo sobre cristales a base de machacar botones ¡Que tiempos aquellos!

Cine atemporal

Decir que por esta película no pasan los años sería mentir como un bellaco ¡Claro que pasan! Por esta y por todas. Y pasan también por nosotros que ya no somos los mismos ni tenemos el mismo bagaje que cuando lo vimos por vez primera. Ni los mismos que cuando la volvimos a ver tomando notas en una libreta. Ni tampoco aquellos que nos quedamos a verla el día que la pasaron por la tele, con el VHS preparado para grabarla y, a ser posible, ir cortando los anuncios. Ni esos que, Navidad tras Navidad, nos la ponemos y la volvemos a ver como una de esas tradiciones irrenunciables que nos recuerdan las cosas por las que merece la pena estar en este mundo. Cosas como los amigos. Como la familia o como el buen sexo (y el malo ¡que leches! que ya no tenemos edad de ponernos exigentes) Claro que los años han pasado por La Jungla de Cristal, y eso se nota en los detalles. En el ritmo de las conversaciones, en los movimientos de cámara. En el vocabulario de nuestro buen amigo McLane y en los estereotipos raciales. Cada producto es hijo de su tiempo y así hay que entenderlo y vivirlo. Esta película tambien lo es pero, por supuesto, tambien cuenta con elementos que son atemporales. Y es por eso que el tiempo le sienta tan bien. Lo grande de las películas grandes no es otra cosa que la historia que nos cuenta y lo que nos importen sus protagonistas. La historia que nos cuenta Jungla de Cristal es la de un hombre, aun enamorado, luchando por salvar a su mujer. La de un policía honesto, tratando de hacer su trabajo lo mejor posible. La de un viejo vaquero anclado en viejos códigos y fiel a viejos conceptos como el honor y la justicia. Por eso mola. Al margen de una dirección notable y de unos valores de producción mas que dignos si esta historia perdura y destaca a años luz por encima de los miles de subproductos que trataron de seguir su estela es la verdad que transmiten sus protagonistas. Nos importan. Queremos que ganen los buenos y que los malos paguen por lo que han hecho. Por eso esta película sigue funcionando como un reloj a fecha de hoy. Por eso sigue siendo tan gratificante ver a Hans Gruber recibir su merecido y precipitarse sin remedio contra una de las transparencias peor resueltas de la historia del cine (con permiso de Robocop, claro).

Dick Jones
Esta es la peor...Con diferencia

Y eso es todo, amigos y vecinos, espero que hayáis disfrutado esta tacita de nostalgia. Por mi parte solo me queda desearos unas felices fiestas y recordaros que, el año que entra, seguiremos trayendo Memorias Analógicas a este humilde rincón de internet. Yipi Kai Yei, motherfuckers!