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Capítulo III - Tres Preguntas.

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Tres preguntas

El Coronel terminó de leer el informe. Muy despacio (o al menos, a Melanie, así le pareció) soltó la carpeta marrón, con el inconfundible sello de confidencial estampado en rojo, sobre la mesa. Más despacio aún (siempre desde el punto de vista de Melanie, claro) levantó la mirada y pronunció estas simples palabras: Tengo tres preguntas para usted, doctora.

¡Mierda! La cagamos…

Desde luego la cosa no pintaba nada bien. Las tres preguntas del Coronel solían ser, casi con total seguridad, el presagio de malas noticias. Melanie no era el individuo más socialmente activo del pequeño grupo que integraba la Unidad de Investigación de Enfermedades Derivadas de Actividad Bélica (UIEDAB, si tenías cojones de pronunciar las siglas sin hacerte un nudo en la lengua) pero, las escasas interrelaciones con sus colegas ya la habían puesto sobre aviso; Cuando El Coronel hacía sus tres preguntas, solía significar que no veía claro un proyecto y que se pensaba muy seriamente dejarlo sin fondos, cargarselo, liquidarlo, caput. Fin.

- Antes de nada, doctora, me gustaría qué me explique que cojones significa este maldito cuento que me ha hecho leer.

Mal empezamos…

- Verá, Coronel, lo que presenta el informe es una transcripción aproximada, una interpretación, por llamarla así, que hace nuestro software de la actividad neuronal del sujeto de estudio. Como usted sabe, la fase dos del proyecto, contempla la posibilidad de una interpretación visual. Podremos, literalmente, ver una película de lo que sucede en la mente de un individuo en coma profundo. Las posibilidades de un tecnología así son inimaginables y estamos obteniendo resultados realmente esperanz…

El Coronel hizo un gesto, apenas imperceptible. Los dedos del índice al meñique de su mano derecha, que reposaba sobre la mesa de su despacho, de color gris acero, se elevaron apenas un par de centímetros. Evidentemente la mujer calló de inmediato. El Coronel ya había oído la respuesta que esperaba.

Joder, joder y joder ¡odio a los putos militares! Su padre no aprobaría semejante vocabulario en una señorita, pensó Melanie de forma bastante incoherente mientras se estrujaba las manos por debajo de la mesa en espera de la segunda pregunta.

Mientras, su interlocutor volvía a abrir la carpeta marrón y volvía a releer, o al menos eso parecía, parte del informe. Melanie estaba convencida que sería ese momento en el que el sujeto dudaba antes de cortar los tubos que le salían de la punta de la polla. -¡esa boca, señorita, o te la tendré que lavar con jabón! -Oh, papá ¡cállate! no es el momento…

- ¿Y cuanto le está costando a nuestros sufridos contribuyentes enseñar a su maldita máquina a escribir estos cuentos tan raros?

¿Enseñar a una máquina a escribir cuentos? ¿en serio? ¿eso es lo que creía ese maldito gorila presuntuoso que estaban haciendo?

Su equipo (que término mas grandilocuente para referirse a tan solo tres personas, incluyendola a ella) estaba desarrollando una nueva línea de fármacos capaz de transformar cualquier célula en nuevas neuronas ¡Y no solo astrocitos! !Literalmente cualquier célula! Maravillosas redes sinápticas plenamente funcionales obtenidas del producto de cualquier liposucción. Montones de células adiposas, destinadas a acabar en una bandeja de acero inoxidable después de haber sido batido, removido y absorbido del culo de alguna cincuentona en plena crisis de la mediana edad soltando destellos luminosos y creando nuevas ideas, pensamientos, abstracciones. Algo simplemente milagroso. Pero es que, además, habían implementado un complejo sistema informático capaz de interpretar los impulsos cerebrales y traducirlos al lenguaje humano. Con una exactitud cercana al 67% y mejorando, según la IA iba aprendiendo y corrigiéndose a si misma. Estaban a un paso de, literalmente, poder meterse en la mente de cualquiera y ver que se cocía ahí dentro. Descubrir aquello que ni el mismo sujeto era consciente de albergar en su interior. ¡Y lo habían hecho sin ayuda! solos ellos tres y con un presupuesto ridículo para los logros obtenidos. ¿Como explicarle todo eso a un tío que solo quería saber a cuanto ascendía la cuenta.

- El presupuesto estimado, incluyendo la partida para el próximo semestre, asciende a mil trescientos cincuenta y siete millones, señor.

Silencio. El Coronel parecía haberse quedado dormido. Con los ojos abiertos, eso sí, y la mirada perdida en algún punto sobre los ojos de Melanie. -¿me habré peinado hoy? De repente una imagen pasó por su mente, la imagen de una actriz rubia (maldita sea, no podía recordar su nombre) con el flequillo levantado por haber usado como fijador el producto de la eyaculación de Ben Stiller(¿o era Adam Sandler? siempre los confundía) desde luego no era el mejor momento para estallar en carcajadas pero, o El Coronel hacía de un jodida vez la tercera pregunta o, mucho se temía, eso era exactamente lo que iba a pasar.

- Mi última pregunta es la más importante, doctora. De su respuesta dependen no solo la asignación de fondos para su investigación sino, incluso, su libertad y la de su equipo. Y digo la libertad ya que el resultado de sus investigaciones nos es demasiado valioso para prescindir de sus vidas. La doctora Melanie Vasquez se irguió en su asiento. Su ganas de reir habian desaparecido instantaneamente. -Dígame doctora. ¿Porqué John Andhalf? ¿porqué precisamente ese hijo de puta? ¿PORQUÉ COJONES QUIEREN DESPERTARLO?

Pues, al final, han sido mas de tres preguntas Penso Melanie.