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Memoria Analógica: Spookies

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Avoriaz es un sitio precioso. Situado a 1800 metros de altitud en los Alpes, en el departamento de Alta Saboya, en Francia. Depende administrativamente del pueblo de Morzine del cual lleva años tratando de independizarse. Esta famosa estación de esquí es conocida por sus bellísimos paisajes y su envidiable clima. Por si tuvierais curiosidad, aquí tenéis una WebCam de 360 grados con imágenes casi en tiempo real y aquí su página de información turística desde donde podéis organizaros un viajecito. Si no tenéis bastante y queréis, aun, más información, podéis hallarla apenas a un par de clicks de distancia. Todo esto es Avoriaz hoy, día 28 de Junio de 2019 gracias a Internet.

Hace 25 años la cosa era bien distinta. Entonces, Avoriaz, no era más que un nombre exótico que aparecía en las caratulas de algunas pelis de terror y ciencia ficción. Una escueta reseña en las páginas culturales de algún periódico y, si eras un tío realmente afortunado, quizás una pequeña descripción, un articulo insignificante, en alguna de esas enciclopedias mastodónticas que aparecían en el mueble del salón semanas después de la visita de un señor, con maletín y corbata, que se colaba en la vivienda familiar, preguntando por la señora de la casa y empezaba su perorata, indefectiblemente, con la misma pregunta: ¿tiene usted hijos en edad escolar?

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Si no esta aquí es que no existe, señora.

Durante gran parte de mi vida Avoriaz fue también un sello de excelencia. La garantía de que aquel título desconocido no podría ser del todo malo. El argumento definitivo que inclinaba el fiel de la balanza hacia una u otra película en aquellos aciagos días en los que el síndrome de Los Goonies se hacía dueño de mí y me impedía tomar una decisión mientras el reloj avanzaba inexorable hacia la hora de cierre del videoclub.

Ese día, como tantos otros, la palabra Avoriaz destaco un caratula entre el vasto catálogo. Aun resuena en mi cerebro la frase promocional: cuando las puertas del infierno se abran, usted los olerá llegar acompañada de premio a los efectos especiales en el festival de cine fantástico de Avoriaz. Nunca jamás una frase publicitaria encerró una verdad tan grande ¡Nunca! Si hay algo de lo que no cabe duda es que este film apesta. Pero no nos adelantemos, primero hablemos un poco de…

La película

Estrenada en 1986 esta película tuvo una andadura realmente corta. Es francamente difícil, hoy en día, encontrar información veraz sobre ella y, de no ser por la IMDb poco podría contaros.

Su argumento no es mas que un refrito entre Posesión Infernal y Night of the Demons, aunque carece totalmente de la terrorífica mala leche de la primera y del sano cachondeo de la segunda.

Hilando un poquito la información que podemos hallar por Internet parece ser que esta película es el intento de salvar lo que se pudiera de un film que no llegó a finalizarse, Twisted Souls. Visto el resultado final, imagino que el primero se quedó sin financiación apenas los productores pudieron echar un ojo a lo rodado hasta ese momento.

Me gustaría hablaros un poquito del reparto y equipo técnico pero, sería una simple enumeración de nombres olvidados ya que, para la gran mayoría, o bien esta fue su primera y última película, o bien su participación en este film acabó con su carrera cinematográfica para siempre.

Por aportar algunos datos os podría decir que el guionista M. Gumen, es conocido por títulos como este que nos ocupa o, por ejemplo, I Was a Teenage Zombie.

Uno de los directores (sí, es que esta cosa la pergeñaron a medias entre tres o cuatro), directora en este caso, Genie Joseph, tiene tres películas acreditadas. Cada una de las cuales firmó con un nombre distinto…

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Genie Joseph… o Eugenne Joseph, o… ¡Ni ella lo sabe!

En lo que se refiere al apartado técnico lo mejor que se puede decir de casi todos ellos es que han seguido trabajando. Aunque aquí si me gustaría destacar a Gabriel Bartalos, un artesano de cierto prestigio al que debemos, por ejemplo, la cara de Darkman, lo cual no es decir poco.

En fin, como se suele decir con estos mimbres…

¡Si yo hubiera sabido tanto en aquellos tiempos! Pero no. Yo solo tenía una referencia al festival de cine, una frase promocional bizarrísima y un caso agudo de indecisión.

Con el paso de los años fui capaz de ponerle nombre a ese estado en el que me veía incapaz de elegir un vídeo de la estantería y pasar por caja: Síndrome de Los Goonies empecé a llamarlo. Puede que lo hayáis padecido alguna vez. Se daba esas veces en que uno quería ver la película, no una cualquiera, sino LA película, esa que, con el paso del tiempo y, visionado tras visionado, se había convertido en nuestra favorita. Cuyos diálogos podríamos recitar de memoria y de cuyos personajes hablábamos como si de antiguos amigos se tratase. En definitiva, algunas veces queríamos ver Los Goonies pero sin volver a verla. Sé que es difícil de explicar pero esa y no otra era la sensación. Tú te plantabas en el videoclub buscando una peli de un grupo de chicos que encuentran el mapa de un tesoro y que van a buscarlo sorteando mil trampas y perseguidos por unos mafiosos italianos. Entre esos chicos hay uno que lleva un cinturón repleto de accesorios como el del agente James Bond y uno que habla más de la cuenta. Y un gordito. Y un soñador. Y un par de chicas. Y el hermano mayor del soñador. Tú quieres ver esa peli sí, pero no quieres alquilar Los Goonies otra vez. Lo que tú quieres, aunque quizás aun no seas capaz de expresarlo es simple y llanamente, volver a sentir aquello que sentiste cuando la viste por primera vez.

Pues bien, ese día yo quería ver algo parecido a Night of the Demons. Y estos son…

Mis recuerdos

Lo primero que viene a mi cabeza es que, por primera vez en mi vida estuve a punto de romper la regla sagrada de

lo que se alquila se ve.

Es curioso lo misericordiosa que es la memoria humana. Resulta significativo como, a pesar de los destellos que han quedado en mi cerebro, yo aun recordaba esta peli como una copia mala de Night of the Demons y poco más.

Son más los recuerdos circunstanciales que los que se refieren propiamente a la trama, los personajes, etc. No recuerdo de que iba, pero sí que la negociación con mi madre para ir a alquilar entre semana fue dura:

Déjate de tanta peliculita y ponte a hacer los deberes.
Ya los tengo hechos.
Sí ya, seguro. Luego ya vendrán las notas… Mira que la selectividad está a la vuelta de la esquina.
¡Que para selectividad falta un año! No seas pesada.
Pues tu hermana ya está estudiando.
Ya la veo, ya (mi hermana estaba por ahí en la sesión de tarde de alguna discoteca).
Bueno pues no hay película y punto. Ponte con el ordenador.
Vale, como quieras. Ya llamo a estos y me doy a dar una vuelta.
Donde leches vas a ir tú a estas horas.
¿A estudiar con mi hermana?
Vale, alquilate una película pero a tu hermano te lo llevas.

Y claro, a mi hermano me lo llevé.

Es duro tener 5 años en 1989. Durísima la infancia que transita de la mano por la década de los 90 con un hermano diez años mayor que tu como único cicerone. Mi pobre hermanito pasó por eso y sobrevivió. Con secuelas de por vida, por supuesto. Tiene que haberlas cuando a tan tierna edad tu referente cultural es un tío que adora a Sam Raimi como su único dios y considera a Stuart Gordon y Brian Yuzna como únicos profetas. Es durísimo ser ochentero de segunda generación. Crecer entre los amigotes de tu hermano que creen que la autentica cultura no se adquiere en la escuela, sino en el videoclub. Que se pasan la clasificación por edades por el arco del triunfo y que comulgan con la idea de que el alcohol expande la mente a tan tempranas edades. Si tu primera copa te la tomaste en tu comunión. Si tarareabas a Sabina, Calamaro, Rosendo… antes que cantar el coro de la patata. Si casi al empezar a vivir ya transitabas por La Senda del Tiempo entonces, amigo mío, tú eres de esos damnificados por la década de los 80 y, humildemente, desde estas líneas, te pido perdón.

Así pues, lo poco que recuerdo de esta película es que mi hermano, a la sazón de 5 añitos, la vino a alquilar conmigo y conmigo se sentó a verla. Recuerdo que no le gustó y que, cuando me pidió permiso para ir a leer sus tebeos mi respuesta fue:

Tú te quedas aquí, enano. Que lo que se alquila se ve.

Y, claro, el pobrecito se quedó y la vio.

No fue hasta unos años después que el chaval perdió el status de enano y empezó a ser considerado persona. Una lucha encarnizada contra un destructor imperial, los dos a bordo de nuestro X-Wing en el fabuloso juego de Lucas Arts, logró que se ganara mi respeto aunque, bueno, ya sabéis, eso… es otra historia.

X-Wing+
¡Toda la potencia a los escudos delanteros, R-2!

Ahora, años después y después de ver de nuevo Spookies. Después de haber deseado arrancarme los ojos para que estos no me atormentaran más, cual fulano en una película de Corman. Tras tanto dolor y sufrimiento cinematográfico puedo, al fin, responder a la siguiente pregunta:

¿Qué tal le han sentado los años?

Lo mas amable que puede decirse de Spookies es que no ha envejecido en absoluto. Es difícil que lo haga aquello que ya nació muerto y podrido, claro.

Tenía que haber hecho caso a las señales. Tenía que haberme dejado guiar por mi intuición cinéfaga y no haberla visto más. Tenía que haber sido fuerte y haber dejado este cadáver fílmico enterrado para siempre.

Esta película, amigos míos, es pura ponzoña cinematográfica. Basura. Si en algo apreciáis vuestro tiempo no lo malgastéis con este engendro informe, estúpido y carente de cualquier gracia o mérito.

Parece mentira como un argumento tan simple se puede ejecutar de una forma tan torpe. Como unos diálogos pueden sonar tan artificiales. Unos personajes parecer tan acartonados unas situaciones tan inverosímiles. Unos efectos especiales tan patéticos. Una música tan molesta y chirriante…

No cometáis el error de pensar que se trata de una de esas que, de malas que son, resultan divertidas para ver entre colegas y con acompañamiento de cervezas. No señor, ni para eso sirve.

Vale que el argumento es similar a Night of The Demons, sí. Pero en aquella película el MARAVILLOSO personaje de Angélica (adorable y morbosa presencia de Amelia Kinkade) organiza una fiesta de Halloween que justifica, por si sola, la presencia del resto de personajes en la mansión. ¿A que es fácil? Una simple fiesta y la trama empieza a tener sentido. ¡Si es que no hay que ser ningún puto genio, joder!

Linnea Quigley+
Vale, esta es Linnea Quigley en “Return of The Living Dead” pero, ¿quien se resiste?

En Spookies ¿para qué leches vamos a justificar que los personajes lleguen a la casa? Pasaban por allí y punto.

Si la justificación argumental resulta patética, de los personajes mejor ni hablamos. Lo mejor que se puede decir de ellos es que, afortunadamente, tardan poco en morir. Eso, y que parecen estereotipos prestados de varias películas distintas. Nadie, en su sano juicio, creería que un grupo como ese podrían tener nada en común.

Los efectos especiales son… ¿Cómo decirlo? …irregulares cuanto menos. Es cierto que algunos maquillajes dan el pego (siempre según el estándar de la época claro). Pero la gran mayoría son infectos. Aún si volvemos a obviar el hecho de que parecen pertenecer a varias películas diferentes.

Ortodoncia+
Necesito una ortodoncia ¡ya!

Para ser totalmente sincero con vosotros os diré que yo se lo hubiera perdonado casi todo. Que fuera aburrida, mala, increíble, mal hecha… Todo eso le puedo perdonar a una película que tratara de imitar a Night of the Demons en aquellos años. Todo menos una cosa. ¿Cómo se puede concebir una película de terror de los ochenta en la que no se vea ni una sola teta? ¡Por favor!

En definitiva, una película olvidable y que, de no ser por una enfermedad incurable llamada nostalgia, en el más absoluto de los olvidos debería haber permanecido.