Maese Threepwood regresó a su habitación, su lugar de ocio habitual, para rescatar al pobre X-Wing de las malvadas garras de Logaran. Notó como la nave suspiraba aliviada en un frenesí de desplazamientos precisos y ligeros, al compás de un destrozo continuo de Tie Fighters que observaban atónitos el impresionante cambio de registro de aquel trozo de metal que, no hace mucho, traqueteaba en un vano intento por distinguir torpedo de protones de acelerador.

